Braulio Llamero. Fuente. |
La infancia es la etapa de la vida en la que estamos más cerca de la ensoñación y la maravilla, los juegos de los que disfrutamos, los amigos que hicimos y los libros que leímos forman parte de esta época dorada. Por eso, cuando conoces a uno de esos autores que llenaron tus horas y que saciaron la voracidad de tu musa, sabes que (aunque solo sea por unos instantes) esos momentos preciosos están un poco más cerca.
Braulio Llamero es un escritor zamorano (Manzanal del Barco) de cuya pluma han nacido obras como: Buscadores de sonrisas, El Rey Simplón, La rebelión de los duendes alegres (III premio El Barco de Vapor) o Pindongo y la costurera de sueños.
La universidad ofreció una charla impartida por este autor que tenía como título El sembrador de libros, éste alude a una anécdota de su niñez que procedo a relataros: Braulio nació en un pueblo de agricultores y cuando aprendió a leer fue consciente de que tenía un problema, le gustaba leer, sin embargo en su entorno no había más que un libro de fábulas. Su familia no generaba suficientes ingresos como para poder comprárselo, las bibliotecas como las conocemos hoy día no eran habituales en parajes como este.
Braulio Llamero y Xurxo Sierra. Fuente. |
Los más pequeños aprenden sobre todo mediante la observación y posterior imitación. El padre de Braulio sembraba unos granos de trigo y después de algún tiempo recogía costales llenos del mismo cereal; su madre cortaba las patatas a la mitad e introducía en un hoyo cada una de las partes, las plantas que crecían contenían a su vez multitud de patatas. ¡El chico había descubierto el milagro de la multiplicación!
La lógica le decía que si el plantaba ese viejo libro de fábulas tendría un portentoso árbol que daría libros como fruto. Siguiendo los mismos pasos que sus padres regó cuando ellos lo hacían, abonó y arrancó malas hierbas, mas a la hora de la recolección aquellas historias no habían creado nada: simplemente se habían desintegrado.
El desgraciado niño le reveló a su profesor lo que había sucedido y el buen hombre se apiadó de él. A partir de ese momento lo proveyó de maravillosas historias que saciaron su hambre de aventuras. Con los años estudiaría periodismo y a base de leer libros (aunque no lo parezca algo queda, defiende él) finalmente cosechó uno que gracias a un premio literario fue publicado.
Estos son mis dos ejemplares; a la derecha podéis ver mi favorito. |
Inspirador, ¿verdad? Los asistentes estábamos extasiados cuando Braulio lanzó una pregunta que nos rompió todos los esquemas: ¿quién cree que es un relato y quién piensa que es real? ¡Levantad la mano! Nos mirábamos unos a otros sin saber qué hacer, asimilando lo que proponía. Él no esperó a que nos decidiéramos a pronunciarnos: es un relato oral que utilizo en mis conferencias.
¡Nos había engañado a todos!
Solo un magnífico juntaletras habría conseguido algo así. Durante algunos minutos la realidad se suspendió en aquella sala, pues vivimos de algún modo lo que nos contaba.
El evento fue dirigido por otro escritor Xurxo Sierra. Los oyentes eran en su mayoría estudiantes de magisterio y de la Universidad de la Experiencia, pero como me meto en todos los fregaos que huelan a cultura... bueno, que os voy a contar a estas alturas que no sepáis ya. ¿Por qué os explico esto? Veréis, el rumbo que tomó el debate planeaba en torno a la educación, era de esperar.
Cuarzo a modo de pisapapeles. Podría haber sido una geoda o lapislázuli, pero recurrí a un clásico. |
Llamero asegura que la lectura ha de utilizarse a modo de palanca educativa, que la mayor pretensión del autor más allá de lo que cuenta y cómo lo cuenta debe ser crear ese primer peldaño de una escalera que se adivina infinita, es decir, que el niño se enganche a la lectura y en un futuro vaya accediendo a otros libros en función de sus gustos y crecimiento personal.
Otra de las perlas que de las que pudimos disfrutar fue una afirmación que resultó polémica para algunos de magisterio (en mi caso opino como él): se debe obligar al niño a aprender a leer; mas no se le debe forzar a la lectura. Tarde o temprano todos nos vemos expuestos a un libro, hay que procurar que ellos estén rodeados de libros, pero dejar que todo surja de forma natural.
Yo soy de las que defienden que aquellos a los que no les gusta leer es porque todavía no han encontrado un libro para ellos. No conozco a nadie que no disfrute de la música o el cine (sean estos del tipo que sean), pues con los libros pasa lo mismo.
¡Sí, os enseño las fotos de mi botín! |
Otra pregunta que surgió del debate fue que si encontraba difícil combinar su vida de escritor con la de su alter ego periodista. Braulio Llamero reconoce que más bien son dos facetas complementarias ya que cuando desea saber del mundo escribe periodismo, más tarde éste termina por hastiarlo y se refugia en la literatura.
Mi intervención no respondía a los mismos intereses que podían tener los de magisterio así que lo interrogué acerca de cuál era la parte más complicada de escribir literatura infantil para él (sí, soy un poco cabrona, me encanta que los autores me hablen de sus dificultades), resultó ser que tiene tendencia a divagar, su método se rige por la brújula, dice que no es capaz de hacer que funcione con mapa.
Como ya he comentado al pie de una de las fotos, mi obra favorita es El buscador de sonrisas, que narra la odisea particular de Evaristo un niño que ha perdido la sonrisa y que dependerá de la ayuda del mimo Uri para recuperarla. Yo deseaba saber cómo había nacido, la revelación de que esta obra había sido mutilada me dejó perpleja, el final que posee la versión publicada no es el que Llamero había ideado.
Pude charlar un poco con él, me firmó los libros y aprendí mucho, así que fue una grata experiencia. Los que acostumbráis a leer a la que escribe estas lineas ya sabéis que a pesar de que no sea mi especialidad he escrito alguna cosita infantil que ahora mismo está buscando hogar, el tiempo dirá.
Por último me permito compartir con vosotros esta cita que aparece en el twitter del autor y que ilustra muy bien todo lo dicho anteriormente:
Mi biografía es mi bibliografía; el resto, circunstancial.
Cuentos de miedo para reír, su último libro. Fuente. |
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